Las nieves caídas entre los días seis y diez de este mes de enero y las lluvias generalizadas posteriores han provocado un rápido deshielo y como consecuencia de ello el desbordamiento de numerosos ríos entre ellos el que me ocupa: el Ebro a su paso por nuestra Ciudad. A más abundamiento, para escarnio de los agoreros, los pantanos están a rebosar por efecto de las persistentes lluvias anteriores y se temía que las de los últimos días complicasen más esta situación, sin embargo la crecida no ha sido tan espectacular como se esperaba.
Otras riadas importantes fueron las de 1980, 2003 y 2007 si bien produjeron menores daños que en las anteriores puesto que el río ya estaba más encauzado.
La canalización producida por los diques ha sido la causa que ha evitado que las calles de la ciudad se inunden como sucedía antaño. La vieja estampa del pontón de Patolea navegando cual góndola veneciana por nuestras calles de San Julián, Verjas, Huerto del Rey, etc. pasaron a la historia.
Solamente nos queda el recuerdo y algunas fotografías que hicimos cuando todavía no peinábamos canas.