Es otro de los pueblos relacionados con los Tajahuerce.
Antes de ser conocido con la grafía actual, fueron utilizados hasta bien entrado el siglo XVIII los nombres de Valdejaenna o Valdegehenna, cuyo significado parece ser el primero de ellos valle de paso de caravanas y el segundo valle del infierno. Ambos se complementan y hacen referencia a que el valle era efectivamente el paso obligado de las caravanas hacia el valle del Ebro y a los supuestos peligros por el tránsito a través del paraje Agua Salobre.
Está situado entre montañas de la sierra del Madero y de Matute, cercano a la sierra del Moncayo, abierto por el valle del río Rituerto, afluente del Duero que nace en su término, y atravesado por una cañada.
Se dice que en sus aledaños se encontraba Lutia, ciudad celtíbera que ayudó a Numancia en su lucha contra los romanos. Hay vestigios romanos en pozos de huertos y el paso de los árabes está justificado por una toponimia abundante, entre ella Valdejaenna. Del medioevo cristiano quedan las ruinas del convento supuestamente templario de San Adrián situado en una vaguada de la sierra del Madero.
La iglesia de San Lorenzo con su pórtico románico puro y el ábside de transición al gótico junto con la pila del agua bendita además de una ermita dedicada a Ntra. Sra. de Gracia son sus edificios religiosos representativos. Son notables varias casas rurales castellanas y también hay dinteles con figuras relativas a la labranza y el pastoreo.
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Ermita de Ntra. Sra. de Gracia |
La economía del pueblo está basada en el cultivo del cereal y la ganadería principalmente lanar, un poco de vacuno y algo de porcino. La caza es uno de los atractivos del lugar
En 1944 nació en esta localidad el escritor Avelino Hernández Lucas y en su biografía se dice que contaba con 300 habitantes. El censo de las elecciones al parlamento europeo de 2009 le otorgaba un censo de 46 votantes. Esta población en verano suele incrementarse hasta algo más de un centenar de personas.
Es un pueblo, como muchos otros de España si no cambian las tendencias, abocado a engrosar el extenso número de los despoblados. Como ilustración voy a transcribir literalmente unos párrafos escritos por J. Antonio Gonzalo Angulo en un artículo sobre Valdegeña, en el que con una fina ironía manifiesta un hondo pesimismo sobre su futuro:
“Las sociedades agrícolas y ganaderas, como en el caso de Valdegeña, generaban oficios necesarios para el mantenimiento del aparato productivo, desde los cantineros a los agosteros pasando por herreros, afiladores, veterinarios, cabreros, vaqueros, etc. Nada de eso queda hoy en el pueblo: se han ido como por ensalmo. Por otra parte, aquel sistema económico, con tantos oficios incluso reunidos en una misma persona, generaba un sinfín de productos. Del campo de labor se obtenían cereales, legumbres, y verduras; de los animales, leche, queso, carne y huevos; del monte, leña y cisco; y de las personas muchas producciones esporádicas o permanentes, como los trabajos en la carretera o en el ferrocarril, peonadas como albañiles, la ropa que las mujeres cosían para todos los de la casa...
Por el contrario, hoy proliferan otros oficios, antes desconocidos, como los de jubilado (casi todos los habitantes en invierno) y los de veraneante (casi todos los habitantes en verano). A la vez, se ha uniformado la producción: ya casi no se produce nada (en variedad o cantidad).
El futuro, pero ¿hay futuro?
Cuando se habla de economía, es obligatorio hacer referencias al futuro, pero en este caso nos lo podemos ahorrar porque no sé si existe tal futuro, desde el punto de vista económico, o al menos soy pesimista respecto a que los habitantes actuales puedan hacer por su futuro nada importante. Pero es igual, los italianos hablan del dolce far niente (o sea, del no hacer nada) como un modo de ser y de estar envidiable.”
Demoledor.
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