Tras los paréntesis de los viajes a Italia y Egipto, tomo contacto con el teclado para reanudar la actividad en este blog. Prometo un poco más de asiduidad.
Ayer viajamos hasta la cercana ciudad de Soria para ver las exposiciones de “Las edades del hombre” que este año tienen lugar en la capital soriana.
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El Duero desde la ermita de San Saturio |
De camino en el autobús, al paso por el Madero, no pude evitar que mi vista se dirigiera hacia las tierras de la izquierda de la carretera. Allí se vislumbraban la sierra de Esteras y el valle del Rituerto, e intuí las poblaciones de Esteras de Lubia, Tajahuerce, Aldealpozo, El Villar del Campo, etc. tan vinculadas a nuestra historia familiar.
Tierras aptas para el cereal, el pastoreo y la explotación micológica, especialmente la de la tan apreciada trufa, que contrastan con la feracidad de nuestro valle del Ebro.
Adormecido por el runruneo del autobús y el calorcillo del sol matinal de una día otoñal luminoso, me vino a la mente los padecimientos que en aquella época y circunstancias sufrirían nuestros antepasados para aventurarse a emigrar a nuestra querida Tudela, que por lo visto ya entonces era un foco de atracción.
Ejemplo seguido por tantos y tantos sorianos, riojanos, aragoneses, gallegos, extremeños y de otras procedencias que emigraron aquí en época más reciente, a los que todos conocemos y que algunos todavía no están totalmente integrados pero, que no nos quepa duda, sus descendientes se sentirán tan tudelanos de pura cepa como nosotros, los Tajafuerte, al cabo de estos doscientos años que llevamos afincados en esta ciudad.
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